Madrugada del 14 de abril de 1990; Pepe desde
su tractor coloca el arado a la entrada de la chacra que permanecerá hasta la noche
del mismo 15 de abril, para desconcierto de los pocos vecinos aledaños qué pensarán
era una incomprensible medida de las tantas que verán hacer a la pareja de
guerrilleros.
Así eran conocidos en la zona rural del oeste
de Montevideo de Rincón del Cerro, cuando pregunté cómo llegar a la chacra de
Pepe para conocer el rancho donde por un tiempo sería mi hogar, tras vivir allí
el dirigente histórico de los peludos de UTAA, Antonio Bandera Lima cuyo cuerpo
venía desmembrando una ensañada diabetes.
Sin embargo el arado impidiendo el acceso a la
chacra que en aquél entonces no tenía portera cumplía un objetivo; si bien habían
transcurrido 28 años del 14 de abril de 1972
donde comandos tupamaros habían ejecutado miembros del Escuadrón de la Muerte y
luego algunos compañeros habían sido abatidos por las Fuerzas Armadas, los
mensajes amenazantes de grupos de extrema derecha seguían activos, tal como
años después lo confirmó el Militar e integrante de la patota de Gavazzo,
Gilberto Vázquez.
Tampoco era
descabellado si se piensa en la movilización militar durante el abril de 1989
donde se votaba contra la ley de impunidad, y que sectores de la derecha
pensaran en descargar el poder coercitivo del Estado contra el pueblo, como sucedió
en la Masacre del Filtro de 1994.
Caen las primeras heladas de otoño y con el
Pepe nos encontramos sentados sobre unos baldes en el medio del campo en plena
madrugada, a tiro de cualquier incursión.
La base Pinela en
la Teja y el local central así como otros locales del MLN-T reforzarían las
guardias esa madrugada.
El sereno del depósito de garrafas de
distribución de gas (donde hoy funciona la conocida escuela técnica Agraria de
la UTU de Mujica) estaba al tanto por si en plena madrugada debíamos acceder al
único teléfono de la zona.
Como yo era el más joven de aquella comunidad
(Pepe y Lucia, el cañero de UTAA Andrés Farisano y su compañera, el Chino Godoy y mi compañera y yo), había sacado
todos los “boletos” para llegar como fuese a dicho teléfono dentro de aquel
enorme deposito donde su ovejero alemán representaba una amenaza más seria que
cualquier comando de ultra derecha (y riesgo más probable).
Para la una de la
mañana el aburrimiento de Pepe ya era descomunal pero a pesar de ser uno de los
dirigentes más importantes de la organización ahí estaba, estoicamente bajo los
preceptos del Centralismo Democrático.
Entiendo además,
me quería demostrar con su ejemplo que no hay dirigente más respetado que el
que cumple con las responsabilidades de cualquier militante de base, pero el
aburrimiento era mayúsculo.
Lucía había
decidido hacer de “retén” dentro del rancho; avisó cuando el agua hirvió y allá
fue Pepe a buscar el mate; rompiendo los criterios más elementales de seguridad
volvió con el termo abajo del brazo y el mate y la bombilla en la mano
chiflando desafinadamente La Yumba,
obra de uno de sus ídolos tangueros, el argentino y comunista Osvaldo Pugliese.
Si andar chiflando en el medio de la noche durante una guardia
merecía una amonestación, su ensillado de mate no quedó en zaga; allí antes mis
ojos azorados clavó la bombilla aun en la yerba seca como si estuviera con la
azada, abriendo un surco en la tierra, para luego como si hubiera “descargado”
todo el equipo de riego, lavar el mate gloriosamente.
Para las dos de la mañana ya habíamos
desmenuzado la coyuntura política, el triunfo de Lacalle de la Presidencia y el
de Tabaré en la Intendencia de Montevideo.
Un MLN-T sin Sendic y un Movimiento por la
Tierra sin su guía ocupó varias rondas de mate, pero de lo que estábamos casi
seguros es que esa noche no pasaría nada y Pepe lo resumiría diciendo “Ya la
Derecha no nos da ni bola”.
Sin embargo ahí estábamos bajo una luna tupamara (la de Osiris, la luna creciente que asemeja los desgarradores que usaron para sus lanzas los gauchos alzados con Artigas) “enfierrados” por si acaso, y yo en mi fuero intimo sentía estar bajo las órdenes del ex “Comandante Facundo”, pero este era el Pepe de la moto y el carrito cargado de flores rumbo a la feria, sin auto con chofer y oropeles de estadista contra los que siempre rezongó, Capataz de una clase obrera que aun no ha nacido, anarco civilizado, mariscal de derrotas estratégicas y triunfos tácticos, filosofo de barrio y profundo cavilador de boliche.
Pero Facundo tenía
otras preocupaciones más mundanas; cambiar el nailon roto por unos sanos de los
invernáculos para que los primeros fríos no castigaran las diversas plantas de
flores y conseguir los tanques de 200 litros necesarios para usar como estufa
dentro de las plantas al abrigo para cuando viniera el invierno.
Para el segundo
termo y terminar de dejar los estómagos bien lavados con aquella rara infusión
mezcla de mate y “laguna”, el debate sobre si fue un acierto o un error no
presentar candidatos del MLN-T en la lista del MPP mantenía los párpados
abiertos que peleaban contra la ley de gravedad (el sueño y el hastío dicho
menos poéticamente).
Pepe estaba
convencido que se debía poner toda la “carne en el asador”, aunque tanto él
como el Ñato Huidobro se sintieran como unos “floreros” en el parlamento
durante su primera diputación alcanzada en 1994.
En el medio del
debate el sonido de unos neumáticos avanzando sobre el pedregullo ordenó un
cerrado silencio e hizo agudizar los oídos; el sonido metálico de los cerrojos
sonó en la noche; el auto se detuvo frente mismo al arado; no me sorprendió con
la decisión que Pepe me dijo quédate pero me preocupó y tome posición; el auto
apagó el motor y las luces mientras Pepe avanzaba agazapado.
El viejo pillo ya sabía que no se enfrentaba a ningún peligro pero no me lo dijo (bromas pesadas que solía hacer y debí ir descubriendo) y así de golpe, desde atrás del auto pegó un alarido que se trasformó en insulto del auto bajó como alma que se lleva el diablo la hija del vecino del fondo con los pantalones por las rodillas y el enamorado salió arando a toda velocidad.
Para las tres de
la mañana, el mundo esparcía sus estertores entre las chircas; apenas en enero
del año pasado la barra del Movimiento Todos Por la Patria de Gorriarán Merlo
en Argentina había asaltado el cuartel de la Tablada para desbaratar un nuevo
golpe de Estado impulsado por los levantamientos de los militares Carapintada; el Socialismo del Este con
la URSS a la cabeza se desplomaba como un castillo de naipes; extrañas expediciones turísticas tenían como destino
El Salvador y Nicaragua; el tupamaro Daniel Ferreira caía combatiendo en Chile
integrando el Frente Patriótico Manuel Rodríguez; el Movimiento Sin Tierra en
Brasil aumentaba su método de ocupaciones de haciendas; y una escarchita húmeda
ganaba el pelo enmarañado y el bigote de Pepe.
Ambos sin saberlo
nos estábamos transformando; yo dejaba la militancia estudiantil para dedicarme
a la sindical y empuñar una lápicera
para mis primeras crónicas y Pepe estaba a pocos años de llegar al parlamento
en moto, inicio de un trille que terminó poniéndole la banda presidencial.
Serían las 4 de
la mañana si eran cuando Pepe dio por concluida la guardia; como la misma terminaba
a las seis, me tocaba ir a enfrentar al ovejero alemán para dar el aviso de que
todo estaba en orden.
Admito que 6:10
me tiré de la cama y corrí al depósito; la cagada si pasaba más tiempo podía ser
mayúscula y varios compañeros se movilizarían hasta la chacra pensando lo peor;
debajo del alero Pepe mateaba con Lucía y cuando me vio pasar me hizo una
guiñada; él ya había avisado.
No eran años de
andarse sacando fotos y no tengo una sola con él aunque saqué cientos de ellas
durante su campaña a la Presidencia de 2010; lo que si siempre mantuvo hasta la
última vez que lo vi entrar con esfuerzo al palacio a la instalación del
parlamento en febrero de este año, fue esa guiñada que seguía diciendo: “tranquilo
botija, ya está”.
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