martes, 19 de noviembre de 2013
Izquierda Orgánica y Expresión Artística.
“Venimos desde el pueblo”
Dicen que de la breve guerra de Crimea sobraron cientos miles de uniformes sin usar que engrosaron con su venta al rio de la plata las arcas inglesas; de no ser así tal vez no asociaríamos la imagen del gaucho con bombacha y alpargatas por mas rasgo de la tradición que nos parezca hoy, en esta suerte de reivindicación de lo nuestro al estilo “national geographic”. Y si la multinacional RCA no se hubiera dedicado a difundir la música del noreste argentino por toda amercia latina, vaya uno a saber que ritmo tendría “Zamba por vos” con la voz del flaco Zitarrosa.
Lo cierto que asumido como nuestro lo impuesto (tanto como la huella imperial de los ritmos musicales de los himnos de los países de América latina), hay un espacio de referenciacion cultural donde pudimos abrevar.
La intelectualidad destacada en América latina era de izquierda; Florencio Sánchez, Pablo Neruda, Jorge Amado por nombrar solo alguno de ellos compartieron su tiempo con aquellos poetas de la Revolución española, así que no iba a demorar en sumarse al texto uruguayo una suerte de “realismo social”.
Sampayo, Molina, Viglietti, los olimas y otros pondrían en la voz rural hago más que la devoción por los pajaritos, los arroyos y el campo a cielo abierto. Rosencof estremecería las tablas del teatro con “las Ranas”.
Aquella injusticia social impactaría en un tímpano de izquierda urbana que “buceaba” en la transformación de la sociedad, tal como le llegaba a grupa de katyushas y guajiras. A medida que la izquierda se reflejaba en el canto, el teatro y el cine, el sistema se pudría a pasos agigantados.
La luna de Miel
La relación entonces de pertenencia en la lucha ideológica contra el sistema de los grupos políticos y los artistas y la relación orgánica de algunos de los segundos con los primeros era bien concebible.
En una sociedad fuertemente dividida a un lado y otro entre lo nuevo y lo viejo, la referencia de qué lado se estaba parado era hasta oxigenante.
No todos los cantantes de izquierda eran militantes orgánicos de alguna fuerza política y no toda expresión de izquierda, aun en la radicalidad de los textos, era revolucionaria.
Quizás Ruben Rada, el tipo que nada aporto desde “el decir” a la transformación de la sociedad previa al golpe genero la revolución musical más importante dotando al candombe de calle y a lo afro de una nueva sonoridad, tal como ocurría con la Tropicalia en Brasil.
De izquierda, difusores o críticos de la lucha armada (“papel contra bala no puede servir” cantaría Viglietti , “del que lucha sin pistola en la cintura” retrucaría Zitarrosa), ridículamente panfletarios o exquisitamente poéticos (“yo no soy de por aquí no es este pago mi pago” diría magistralmente el Bocha Benavidez), la dictadura los desparramo al exilio y la censura.
Luego vendría la etapa de creación durante la dictadura, “la generación del 78” para mí personalmente la más fermental y creativa que dio una legión de músicos que marcaron época pero poco importa mis valoraciones.
La Disfunción
Luego vino la época de los retornos, los olimas en el estadio bajo lluvia, las actuaciones en vivo de los intérpretes que escuchábamos en cassettes clandestinos y sin quererlo, como en el ámbito político y sindical el desplazamiento de algunos hasta los que a ese momento habían tomado la posta.
Era el 85 y la izquierda aun era oposición, aunque hubiera ocupado algunos entes. Silvio Rodriguez y Pablo Milanés le cantaban al retorno democrático.
El resultado electoral, la forma en que se vivía el proceso de transición democrática, abonaba la idea de que al pueblo aun le faltaba desarrollo de su conciencia , en la premisa imaginaria heredada de la cultura de masas americana de que poseíamos una suerte de “jeringa” esclarecedora para inyectar de ideas de redención social a las masas adormecidas.
Disparate mas, soberbia menos, los cantores iban a festivales solidarios y cualquier actividad de un comité de base contaba con un guitarrero o una murga fuese de la línea de la “teja” o de “la unión”.
Fuerza política y arte iban “fundidos en un abrazo intimo” con el noble propósito enunciado. Hasta que la lógica electoral aterrizo con toda su impronta.
Al papel del arte compartiendo escenario con el discurso político, se lo revaloro en un concepto netamente político partidario: La Convocatoria.
Si lo artístico seguía aportando en el campo de las ideas y además era convocante, ¡sublime! de lo contrario nos iríamos deslizando a quien pudiera resultar atractivo para las futuras masas votantes.
Este razonamiento sin ser una generalización, pretende aportar una visión de por qué hoy cuesta tanto hallar a lo interno de las fuerzas políticas un espacio de trabajo cultural.
Mas luego obtenido el gobierno, las letras del canto “protesta” o “propuesta” se han quedado sin renovar las credenciales.
Yo he hallado, por lejos de los actos de masas y de músicos que suenan mientras los dirigentes se van del acto por el frio o sacan cuentas de boliche con un choripan, el planteo de nuevos desafíos que intentan superar los sueños de una sociedad a semejanza de aquella que se desplomo en el este de Europa, o la que debió remover miles de funcionarios públicos o textos que cosechaban fácilmente aplausos mencionando la palabra libertad.
Hoy la izquierda en el gobierno ha generado nuevas realidades; algunas cargadas de futuro como las empresas auto gestionadas por los trabajadores y otras bajo la sombra de la incertidumbre como los tropiezos legales con la ley de caducidad y el impuesto a la concentración de tierra, o mas profundo hegemónicamente “los arboles que sin raíces no aguantan parados ningún temporal”.
No somos de los que creemos que tal cual la monarquía con Mozart y otros exponentes de la música erudita, los artistas deban ser la expresión cultural de la fuerza política, pero si creemos necesario abordar desde una mirada también cultural los nuevos tiempos que estamos viviendo.
Al decir de Rubén Olivera “todos somos inmigrantes a una nueva humanidad”.
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