jueves, 25 de diciembre de 2025

La democracia venezolana a las brasas

 




La hegemonía ideológica de las nuevas oliburguesías viene imponiendo dos conceptos que de a poco hacen carne en los sectores menos politizados, alimentados por los nada ingenuos líderes de la derecha política.

El primero de ellos tiene que ver con que ya no tiene sentido posicionarse en un pensamiento que se puede definir como de Derecha o de Izquierda; toman como ejemplo los yerros de muchas personas y dirigentes de izquierda que tienen comportamientos de gente de derecha, y de gente de derecha que tienen algunas actitudes humanizantes, por ejemplo las actitudes de patrones, de capitalistas que no solo respetan, sino que impulsan los derechos de los trabajadores.

El segundo concepto es sobre qué cosas definen una democracia o un gobierno democrático.

En general basan la definición de una democracia por su antítesis de lo que definen como un gobierno autoritario, y en general relacionado a un solo aspecto de la gestión política, que es el uso excesivo de las fuerzas coercitivas del Estado.

El primer concepto es una degeneración conceptual, ideológica y político de los socialdemócratas que aún caminan en Europa entre los escombros del Estado de Bienestar.

Muchos aún no se logran explicar cómo Estados que fueron benefactores, permitieron el crecimiento político de la Derecha política y la extrema derecha.

Porque sectores de la sociedad que lograron un nivel digno de ingresos con acceso a la vivienda, al trabajo, a la salud, migraron a un pensamiento donde centran a los migrantes como los causantes de sus futuros males o un peor presente.

En el segundo caso, los argumentos se mueven en una línea muy delgada, por momentos demagógicos, casi siempre con planteos más emocionales que analíticos, con exposiciones efecticistas que no tienen contra fuerte, a poco se empiecen a contra restar.


Tentempié


Como el muñeco que oscila de un lado al otro, los tentempietistas de la política se convierten en fiscales morales de la gestión de gobiernos, y asumen desde su trinchera socialdemócrata ser los custodios de la democracia.

Así el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela les resulta autoritario cuando usa la fuerza coercitiva del Estado contra quienes realizan movilizaciones que incluyen guarimbas y otras formas de violencia y acción directa, y ponen como ejemplo, gobiernos de países que, ocasionalmente no hicieron uso de las fuerzas represivas del Estado.

Tomando por válida esa visión no hay gobierno que no tenga un sesgo autoritario, argumento bastante infantil que pretende ser ingenuo y que cuando lo es, peca de supina ignorancia, pues desde que existe la lucha de clases (tensión entre intereses de distintos grupos sociales si se quiere), el rol de las fuerzas coercitivas, es la coerción, gobierne quien gobierne.

Si Venezuela tiene un gobierno autoritario por hacer uso de su fuerza armada estatal, también lo son los restos de los países del continente

En el caso de Venezuela sin embargo, es importante destacar, como en el caso cubano, la mixtura de los componentes, profesionales y populares de los organismos encargados de ejercer la fuerza.

Argumentar por el uso de la fuerza física de gobierno autoritario al gobierno bolivariano no resiste el menor análisis, salvo que se le niegue a cualquier gobierno, poder asegurar mediante el uso de la fuerza, su gestión de gobierno.

Que lo que defiende sea justo o no, está enmarcado en el terrible escenario (definido así por los socialdemócratas), de la lucha de clases.

El uso de la fuerza va a existir, o para defender la propiedad privada, o para defender y garantizar la redistribución de la riqueza.


Reelección y programa


La mayoría de nuestras democracias occidentales tiene como un valor en sí mismo, la convocatoria a elecciones en un periodo que puede ser de entre cada cinco o seis años.

No solo se considera democrático hacerlo, sino que ahora, cuando a la burguesía el invento se le ha puesto en contra por poder ser utilizado por los sectores populares, impone como concepto democrático La Alternancia, el cambio obligado de partidos políticos en el gobierno.

Hacer elecciones cada un periodo de tiempo se valoraba como un ejercicio de la democracia, pero en realidad, lo que no se decía, es que los partidos en disputa y con chance de acceder al gobierno, defendían los mismos intereses de clase, léase, las oliburguesías de cada país, donde en realidad el Presidente de turno, era un gerente, un gestor de sus intereses económicos y políticos.

Cuando los partidos políticos que defienden los intereses de las clases populares empezaron a ganar elecciones, el andamiaje leguleyo de la burguesía, impuso el Balotaje, el extremo de obtener en primera vuelta una superioridad del 50 + 1 para triunfar, y de no ser así permitir a los sectores de la derecha que se presentaron divididos por sus ambiciones en primera vuelta, aliarse en segunda.

Esto oculta otras verdades, como por ejemplo que el partido político que obtenga la mayoría de los votos, aunque no consiga el 50 + 1, sea el partido político más votado del país, pero pierda en segunda vuelta por la suma de los partidos menores.

Así y todo, muchas veces los resultados han sido adversos para los defensores de los intereses de las oliburguesías, entonces ahora imponen que lo democrático es que en un periodo gobierne uno y en el otro, necesariamente el contrario.

Presentadas las distintas propuestas, lo que los medios de reproducción ideológica de la derecha a la que se han sumado los socialdemócratas no dicen, es que para la burguesía, en tanto se asegure la expansión del capital y la concentración de las ganancias, poco importa quien gobierne.

Ahora, ¿Cuánto tiempo necesita en el ejercicio de gobierno una fuerza política que por ejemplo tenga definida la redistribución del ingreso y de la riqueza, y sacar su economía de la primarizacion de la producción?

¿Cuál es el liderazgo,  quien es el conductor o los conductores que aseguren la persistencia de ese proceso?

La revolución soviética fue el primero en dar respuestas a esas preguntas; fue en la organización del PCUSS y en el liderazgo primero de Lenin que el proceso de construcción del socialismo se exploraron respuestas, y por supuesto, en las que hubo que tomar contra los sectores contrarrevolucionarios.

En el caso de nuestro continente, fue Fidel Castro y el PCC el encargado de mostrar un camino a recorrer, no exento de ratificaciones y rectificaciones.

Salvo su venezolanidad y sentimiento bolivariano, nada nuevo se ha planteado primero Hugo Chávez, el gran constructor de la revolución venezolana, el PSUV y Nicolás Maduro.

Un programa centrado en la redistribución de la riqueza en una etapa de Liberación Nacional, de soberanía frente a los intereses extranjeros, de la necesidad de una luna de miel con los sectores de la burguesía nacional, no se ejecutan ni en 5 ni 10 ni en 15 años.

Y un líder que sea capaz de cohesionar y conducir ese proceso, enfrentar las contradicciones y resistir las agresiones, no se define por decreto ni nace por generación espontánea.

El liderazgo de Nicolás Maduro, asimilado y ganado con el pasaje del tiempo, el sentido de pertenencia que se expresa electoralmente el PSUV dentro del Gran Polo Patriótico, tampoco parece ser una expresión de carencia democrática.

 

Venezuela a las brasas


Como la correcta cocción del asado, la democracia venezolana se cuece a las brasas.

Una democracia que no es de nuevo tipo, pero que se construye bastante fiel a quienes imaginaron un gobierno del pueblo (Demos Cracia).

Se cuece a fuego lento, al ritmo del leño que arde y se hace brasa, y la carne que se va dorando con el calor necesario que no arrebata, porque aún está en un proceso de liberación nacional que arrastra sus contradicciones internas, la convivencia con sectores de la burguesía nacional como un freno y limitante para un programa emancipador de los trabajadores sobre el capital, asediado por un imperialismo que tiene la desfachatez de, teniendo los índices más altos de consumo interno de estupefacientes, salir a calificar de narcotraficantes a dirigentes de gobiernos no lacayos.

Como todo proceso revolucionario que además procura no repetir esquemas como el soviético e incluso el cubano, hay reformistas en la revolución, revoluciones por nacer dentro de la revolución,  marchas y contra marchas, desviaciones hacia actitudes burocráticas o lisa y llana corrupción en los diversos estamentos y a pesar de todo eso,  un horizonte de construcción de un Estado Comunal que deje atrás la institucionalidad burguesa, pero para ello debe dejar de tener como espada de Damocles la perspectiva de una invasión imperial, y luego, aprender a vivir sin dicha amenaza, pasar del Estado de vigilia que mantiene atenta y activa a la revolución, al achanchamiento de la vida sin sobresaltos y sin alarmas.

Si el movimiento popular uruguayo se puede jactar de ejercer cada tanto la democracia directa mediante consultas populares, el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro, puede dar catedra.

Cerca de 30 elecciones, desde presidenciales a proyectos comunitarios se llevaron adelante en Venezuela desde julio del 2024 a julio del 2025…y siguen convocando a consultas.


¿Solo elegir?


Es interesante escuchar a los socialdemócratas latinoamericanos hablar de gobiernos o regímenes (suena ocmo mas convincente como denuncia) autoritarios, y no hacer mención a lo que la Dictadura del Capital y el Dios Mercado representa en cada una de nuestra naciones.

A los que no tienen acceso a un trabajo, ya ni siquiera digno, a la vivienda, a la salud, a la educación, a poder ejercer su humanidad integra, se le enrostra el poder hacer goce de una libertad que tiene el formato de una urna electoral y participar de campañas políticas.

Se ofenden y quedan perplejos cuando sectores de la pobreza y la indigencia se vuelvan hacia relatos neofascistas, supremacistas maquillados con un discurso de nacionalismo antimperialista y en contra del capital internacional, y esto por suerte lo ha dimensionado a tiempo la revolución bolivariana que viene convocando a integrantes de movimientos sociales y dirigentes políticos a generar una respuesta internacional antifascista.

Venezuela se ha convertido sin quererlo, (muy a su pesar digo incluso) en el fiel de una balanza  que busca lograr un equilibrio geopolítico ante la pérdida de la hegemonía económica estadounidense ante los BRICS y los desafíos militares que otras naciones como Rusia, China, Irán y Corea del Norte representan.

Pero el nacimiento del Estado Comunal venezolano, su amenaza en perspectiva de convertirse en un ejemplo a seguir, también es una pesadilla para los intereses del imperialismo de Estados Unidos, representado hoy por Donald Trump.

El camino venezolano, que no debe ser seguido a pie juntillas y menos calcado, es una alternativa al recorrido de las socialdemocracias del continente: Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Honduras, que han retornado hacia gobiernos de derecha o extrema derecha y aún está por  ver lo que pasará en Uruguay, Brasil o Colombia.

En tanto, sostener como sostienen los sectores revolucionarios venezolanos de luchar por una humanidad más humana, es seguir sosteniendo que en la actual etapa civilizatoria, la dualidad esta entre Socialismo o Barbarie.

 

 

 

 

 

 

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