La hegemonía ideológica
de las nuevas oliburguesías viene
imponiendo dos conceptos que de a poco hacen carne en los sectores menos
politizados, alimentados por los nada ingenuos líderes de la derecha política.
El primero de
ellos tiene que ver con que ya no tiene sentido posicionarse en un pensamiento
que se puede definir como de Derecha o de Izquierda; toman como ejemplo los
yerros de muchas personas y dirigentes de izquierda que tienen comportamientos
de gente de derecha, y de gente de derecha que tienen algunas actitudes humanizantes, por ejemplo las actitudes
de patrones, de capitalistas que no solo respetan, sino que impulsan los
derechos de los trabajadores.
El segundo
concepto es sobre qué cosas definen una democracia o un gobierno democrático.
En general basan
la definición de una democracia por su antítesis de lo que definen como un gobierno
autoritario, y en general relacionado a un solo aspecto de la gestión política,
que es el uso excesivo de las fuerzas coercitivas del Estado.
El primer concepto
es una degeneración conceptual, ideológica y político de los socialdemócratas
que aún caminan en Europa entre los escombros
del Estado de Bienestar.
Muchos aún no se
logran explicar cómo Estados que fueron benefactores, permitieron el
crecimiento político de la Derecha política y la extrema derecha.
Porque sectores
de la sociedad que lograron un nivel digno de ingresos con acceso a la
vivienda, al trabajo, a la salud, migraron a un pensamiento donde centran a los
migrantes como los causantes de sus futuros males o un peor presente.
En el segundo
caso, los argumentos se mueven en una línea muy delgada, por momentos demagógicos,
casi siempre con planteos más emocionales que analíticos, con exposiciones efecticistas
que no tienen contra fuerte, a poco se empiecen a contra restar.
Tentempié
Como el muñeco
que oscila de un lado al otro, los tentempietistas
de la política se convierten en fiscales morales de la gestión de gobiernos,
y asumen desde su trinchera socialdemócrata ser los custodios de la democracia.
Así el gobierno
de Nicolás Maduro en Venezuela les resulta autoritario cuando usa la fuerza
coercitiva del Estado contra quienes realizan movilizaciones que incluyen
guarimbas y otras formas de violencia y acción directa, y ponen como ejemplo,
gobiernos de países que, ocasionalmente no hicieron uso de las fuerzas represivas
del Estado.
Tomando por válida
esa visión no hay gobierno que no tenga un sesgo autoritario, argumento
bastante infantil que pretende ser ingenuo y que cuando lo es, peca de supina ignorancia,
pues desde que existe la lucha de clases (tensión entre intereses de distintos
grupos sociales si se quiere), el rol de las fuerzas coercitivas, es la
coerción, gobierne quien gobierne.
Si Venezuela
tiene un gobierno autoritario por hacer uso de su fuerza armada estatal, también
lo son los restos de los países del continente
En el caso de
Venezuela sin embargo, es importante destacar, como en el caso cubano, la
mixtura de los componentes, profesionales y populares de los organismos
encargados de ejercer la fuerza.
Argumentar por el
uso de la fuerza física de gobierno autoritario al gobierno bolivariano no
resiste el menor análisis, salvo que se le niegue a cualquier gobierno, poder
asegurar mediante el uso de la fuerza, su gestión de gobierno.
Que lo que
defiende sea justo o no, está enmarcado en el terrible escenario (definido así
por los socialdemócratas), de la lucha de clases.
El uso de la
fuerza va a existir, o para defender la propiedad privada, o para defender y
garantizar la redistribución de la riqueza.
Reelección y programa
La mayoría de
nuestras democracias occidentales tiene como un valor en sí mismo, la
convocatoria a elecciones en un periodo que puede ser de entre cada cinco o
seis años.
No solo se
considera democrático hacerlo, sino que ahora, cuando a la burguesía el invento
se le ha puesto en contra por poder ser utilizado por los sectores populares,
impone como concepto democrático La Alternancia, el cambio obligado de partidos
políticos en el gobierno.
Hacer elecciones
cada un periodo de tiempo se valoraba como un ejercicio de la democracia, pero
en realidad, lo que no se decía, es que los partidos en disputa y con chance de
acceder al gobierno, defendían los mismos intereses de clase, léase, las oliburguesías
de cada país, donde en realidad el Presidente de turno, era un gerente, un
gestor de sus intereses económicos y políticos.
Cuando los
partidos políticos que defienden los intereses de las clases populares
empezaron a ganar elecciones, el andamiaje leguleyo de la burguesía, impuso el Balotaje,
el extremo de obtener en primera vuelta una superioridad del 50 + 1 para
triunfar, y de no ser así permitir a los sectores de la derecha que se
presentaron divididos por sus ambiciones en primera vuelta, aliarse en segunda.
Esto oculta otras
verdades, como por ejemplo que el partido político que obtenga la mayoría de los
votos, aunque no consiga el 50 + 1, sea el partido político más votado del país,
pero pierda en segunda vuelta por la suma de los partidos menores.
Así y todo, muchas
veces los resultados han sido adversos para los defensores de los intereses de
las oliburguesías, entonces ahora imponen que lo democrático es que en un
periodo gobierne uno y en el otro, necesariamente el contrario.
Presentadas las
distintas propuestas, lo que los medios de reproducción ideológica de la
derecha a la que se han sumado los socialdemócratas no dicen, es que para la burguesía,
en tanto se asegure la expansión del capital y la concentración de las
ganancias, poco importa quien gobierne.
Ahora, ¿Cuánto tiempo
necesita en el ejercicio de gobierno una fuerza política que por ejemplo tenga
definida la redistribución del ingreso y de la riqueza, y sacar su economía de la
primarizacion de la producción?
¿Cuál es el
liderazgo, quien es el conductor o los
conductores que aseguren la persistencia de ese proceso?
La revolución soviética
fue el primero en dar respuestas a esas preguntas; fue en la organización del
PCUSS y en el liderazgo primero de Lenin que el proceso de construcción del
socialismo se exploraron respuestas, y por supuesto, en las que hubo que tomar
contra los sectores contrarrevolucionarios.
En el caso de
nuestro continente, fue Fidel Castro y el PCC el encargado de mostrar un camino
a recorrer, no exento de ratificaciones y rectificaciones.
Salvo su venezolanidad
y sentimiento bolivariano, nada nuevo se ha planteado primero Hugo Chávez, el
gran constructor de la revolución venezolana, el PSUV y Nicolás Maduro.
Un programa
centrado en la redistribución de la riqueza en una etapa de Liberación
Nacional, de soberanía frente a los intereses extranjeros, de la necesidad de
una luna de miel con los sectores de
la burguesía nacional, no se ejecutan ni en 5 ni 10 ni en 15 años.
Y un líder que
sea capaz de cohesionar y conducir ese proceso, enfrentar las contradicciones y
resistir las agresiones, no se define por decreto ni nace por generación espontánea.
El liderazgo de
Nicolás Maduro, asimilado y ganado con el pasaje del tiempo, el sentido de pertenencia
que se expresa electoralmente el PSUV dentro del Gran Polo Patriótico, tampoco
parece ser una expresión de carencia democrática.
Venezuela a las
brasas
Como la correcta
cocción del asado, la democracia venezolana se cuece a las brasas.
Una democracia
que no es de nuevo tipo, pero que se construye bastante fiel a quienes
imaginaron un gobierno del pueblo (Demos Cracia).
Se cuece a fuego
lento, al ritmo del leño que arde y se hace brasa, y la carne que se va dorando
con el calor necesario que no arrebata, porque aún está en un proceso de
liberación nacional que arrastra sus contradicciones internas, la convivencia con
sectores de la burguesía nacional como un freno y limitante para un programa emancipador
de los trabajadores sobre el capital, asediado por un imperialismo que tiene la
desfachatez de, teniendo los índices más altos de consumo interno de estupefacientes,
salir a calificar de narcotraficantes a dirigentes de gobiernos no lacayos.
Como todo proceso
revolucionario que además procura no repetir esquemas como el soviético e
incluso el cubano, hay reformistas en la revolución, revoluciones por nacer
dentro de la revolución, marchas y
contra marchas, desviaciones hacia actitudes burocráticas o lisa y llana
corrupción en los diversos estamentos y a pesar de todo eso, un horizonte de construcción de un Estado
Comunal que deje atrás la institucionalidad burguesa, pero para ello debe dejar
de tener como espada de Damocles la perspectiva de una invasión imperial, y
luego, aprender a vivir sin dicha amenaza, pasar del Estado de vigilia que
mantiene atenta y activa a la revolución, al achanchamiento de la vida sin
sobresaltos y sin alarmas.
Si el movimiento
popular uruguayo se puede jactar de ejercer cada tanto la democracia directa
mediante consultas populares, el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro, puede
dar catedra.
Cerca de 30
elecciones, desde presidenciales a proyectos comunitarios se llevaron adelante
en Venezuela desde julio del 2024 a julio del 2025…y siguen convocando a
consultas.
¿Solo elegir?
Es interesante
escuchar a los socialdemócratas latinoamericanos hablar de gobiernos o regímenes
(suena ocmo mas convincente como denuncia) autoritarios, y no hacer mención a
lo que la Dictadura del Capital y el Dios Mercado representa en cada una de
nuestra naciones.
A los que no tienen
acceso a un trabajo, ya ni siquiera digno, a la vivienda, a la salud, a la
educación, a poder ejercer su humanidad integra, se le enrostra el poder hacer
goce de una libertad que tiene el formato de una urna electoral y participar de
campañas políticas.
Se ofenden y
quedan perplejos cuando sectores de la pobreza y la indigencia se vuelvan hacia
relatos neofascistas, supremacistas maquillados con un discurso de nacionalismo
antimperialista y en contra del capital internacional, y esto por suerte lo ha
dimensionado a tiempo la revolución bolivariana que viene convocando a
integrantes de movimientos sociales y dirigentes políticos a generar una
respuesta internacional antifascista.
Venezuela se ha
convertido sin quererlo, (muy a su pesar digo incluso) en el fiel de una
balanza que busca lograr un equilibrio geopolítico
ante la pérdida de la hegemonía económica estadounidense ante los BRICS y los desafíos
militares que otras naciones como Rusia, China, Irán y Corea del Norte representan.
Pero el
nacimiento del Estado Comunal venezolano, su amenaza en perspectiva de convertirse
en un ejemplo a seguir, también es una pesadilla para los intereses del
imperialismo de Estados Unidos, representado hoy por Donald Trump.
El camino venezolano,
que no debe ser seguido a pie juntillas y menos calcado, es una alternativa al
recorrido de las socialdemocracias del continente: Argentina, Chile, Perú,
Bolivia, Honduras, que han retornado hacia gobiernos de derecha o extrema
derecha y aún está por ver lo que pasará
en Uruguay, Brasil o Colombia.
En tanto,
sostener como sostienen los sectores revolucionarios venezolanos de luchar por
una humanidad más humana, es seguir sosteniendo que en la actual etapa
civilizatoria, la dualidad esta entre Socialismo o Barbarie.
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