Los frenteamplistas tenían buenos motivos para festejar este primero de marzo el retorno al gobierno.
El primero sin dudas de carácter emotivo en una sociedad de tradición electoral donde los resultados de triunfos y derrotas se viven con el entusiasmo de un campeonato de fútbol.
El segundo un poco mas de valoración política y hace al desplazamiento del gobierno de Derecha de Lacalle Pou; para el Presidente del Frente Amplio Fernando Pereira y muchos frenteamplistas, este triunfo es el inicio de una era progresista para el Uruguay, que imaginan se consolida en un ciclo que se afianza en el 2050.
El tercero y sin ser el último, la renovación de los cuadros dirigentes del progresismo de la izquierda en el gobierno, en los ministerios y en el parlamento. (entre los sub 30 y sub 50).
Hay augurios de que el Frente Amplio pueda ganar en mayo algunos gobiernos departamentales, volviendo a gobernar en algunos de ellos (Rocha, Maldonado, Paysandú por ejemplo) y mantenga los actuales (Montevideo, Canelones, Salto).
Es una euforia legitima a riesgo de olvidar que representan un poco mas de la mayoría del padrón electoral y en un país donde el voto es obligatorio, huelga decir, es casi mas de la mitad de la sociedad.
Esto queda reflejado en la Cámara de diputados donde nadie tiene la mayoría y el Frente Amplio corre con la ventajas de las contradicciones entre los sectores políticos de la Derecha y el errático rumbo que puede tomar la ultra derecha nacionalista (Cabildo Abierto) y el amorfismo ideológico de Identidad Soberana.
Las preguntas que vuelven a surgir entonces tienen que ver con: ¿Cuál es el destino de la euforia del frenteamplismo, en que estrategia de acumulación política se sintetiza? o ¿solamente se diluye hasta las nuevas elecciones?, ¿Cómo se transforma el caudal electoral en caudal militante? o ¿son dos universos diversos donde el caudal electoral permite disputar las elecciones, acceder al gobierno pero no disputa el poder político?
La organización exhibida el primero de marzo en anillos de seguridad "popular", sigue descansando en la militancia de cierta parte de la Izquierda Social (fundamentalmente la sindical) y en los cada vez mas reducidos sectores de militancia política.
Pero pensada la capacidad de movilización como sostén del futuro gobierno progresista tiene por delante una serie de nudos por desatar.
El primero es como resolverá la Izquierda Institucional el relacionamiento con la Izquierda Social.
Las señales de futura gestión del Ministro de Economía no son auspiciosas para el movimiento sindical, el único sostén con capacidad de movilización en la calle.
La bifurcación de caminos en cuanto a la movilización contra las AFAPS y el resultado del plebiscito de octubre del 2024, aún no permite visualizar donde se encontrarán, mas allá de la promesa de Orsi del Diálogo Nacional, pero confiado que así será, se vuelve a priorizar la buena gestión y los acuerdos políticos por lo alto, sobre la movilización.
Se impone la consigna Gobernar para la gente, en vez de Gobernar con la gente.
A pesar de los desafíos jurídicos e incluso de juicios internacionales, el gobierno tiene una posibilidad histórica de sintetizar la movilización social y la gestión Institucional, dejando sin efecto el Proyecto Neptuno, dando una señal clara en defensa de los recursos naturales del Uruguay, en este caso los hídricos.
Luego de 50 años, el gobierno de Orsi tiene en sus manos también la oportunidad histórica (el tiempo apremia), de atender el reclamo de Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos, e imponerse como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, para hacerse de la Verdad.
Quizás para un gobierno de izquierda (aunque este tiene un acentuado perfil progresista) las vacilaciones en cuanto a una clara política exterior respecto a Cuba, Venezuela, Nicaragua e Israel mantenga una distancia de los sectores que dentro de la Izquierda se definen como socialistas y que en el caso especifico de lo que sucede en Gaza, lo distancia de las visiones mas pacifistas y humanitarias.
Seguramente estas pequeñas grietas no empañen la gestión de gobierno ni los futuros resultados electorales, pero mellan la capacidad de movilización que permite a la Derecha ganar espacios físicos.
Atajando Penales
Cierto es sin embargo que el nuevo gobierno del Frente Amplio no llega con el calor de las olas progresistas y gobiernos de izquierda de los primeros años del siglo 21, y vive el avance de los neofascismos a nivel internacional y luego de 5 años de un gobierno de Derecha.
En ese sentido, el progresismo uruguayo en el gobierno como en el fútbol, parece haber definido una estrategia de poner todo el equipo atrás, y casi podría decirse que colocando los once jugadores a atajar penales.
Habrá que ver si es capaz de dejar los delanteros esperando el contragolpe y el entusiasmo popular se hace presente al menos, en las tribunas.
Mientras sigamos solo con izquierda y derecha y no con arriba y abajo, vamos liquidados. 20 pesos aparte la discusión de si el FA es de izquierda o de centro.
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