domingo, 9 de febrero de 2025

La instalación del sentido común desde el relato de la Derecha Racional

 


Un billete entre cien gana la lotería; la Derecha deduce que todos pueden jugar, en vez de reconocer que noventa y nueve deben perder” (Simone de Beauvoir).

Corrigiendo el ejemplo de Beauvoir escrito en “El pensamiento político de la Derecha”, (un libro publicado a mediados del siglo pasado), la Derecha proclama la “libertad de que cien puedan jugar” sabiendo que noventa y nueve deben perder y exaltando al que va a ganar.

 Impone la idea de la libertad de poder apostar, siendo su consecuencia natural que uno sólo sea el ganador, y considera un acto de subversión que uno deba perder para que noventa y nueve puedan ganar, instalando la idea de que el primer resultado, es de sentido común.

La buena suerte de ganar la lotería es exclusiva, privilegiada y minoritaria, que es la esencia y condición de la oligarquía y a la que aspiran los burgueses.

Coloca al servicio de sus justificaciones el idealismo de la ley de las probabilidades, el pensamiento religioso de ser el elegido y si nada de esto resulta suficiente, el pragmatismo mediante el imperio de la fuerza (que implica la fuerza física pero también el orden jurídico y la racionalidad política).

De ésta forma, noventa y nueve están convencidos de que deben perder mientras aspiran a ser el próximo y único vencedor.

 Pero pongamos que el premio mayor no es la lotería, sino que en el actual contexto de transformaciones en el mundo del trabajo, el premio es conseguir un empleo, o mejor dicho El Empleo y que además, venciendo la inmediatez y lo efímero resulte permanente, esto es, le permita jubilarse del mismo.

  En el pensamiento racional que la Derecha impone por la fuerza e instala desde los medios de reproducción ideológica (los medios masivos de comunicación, las redes sociales, programas educativos en los distintos niveles, expresiones artísticas y culturales) 

¿Por qué los noventa y nueve tendrían que aceptar compartir su suerte (competir en pie de igualdad) con los migrantes, las minorías étnicas o raciales, o con la población no heterosexual?

El desarrollo tecnológico ha impuesto la imagen sobre la palabra escrita y hablada; poder ver (incluso en tiempo real) cancela la imaginación que otrora obligaba componer la imagen desde la palabra.

Ya no es preciso imaginar el paisaje descripto en un texto escrito o cantado; incluso la música instrumental de acompañamiento no esta liberada de terminar  aprisionada en las imágenes de editores audio visuales.

La IA llega con todo su poder a instalar el fantasma de computadoras gobernando a la especie humana; en la transición crea la imagen es la del ser, la persona por un lado y da servida en bandeja, las respuestas.

Los noventa y nueve que pierden e incluso el ganador dejan de ejercitar el pensamiento abstracto; en todos los planos de su vida es de sentido común estudiar, recrear, emocionarse, vincularse, trabajar y hasta enamorarse viviendo cotidianamente una realidad virtual y paralela que por momentos sustituye la realidad.

Las máscaras

Los  apóstoles de los nuevos fascismos adquieren un nivel global como en mediados del siglo pasado con un poder de penetración mayor (pues su avance es ideológico y cultural) a pesar de no encontrarse hoy en un estadio de conflagración bélica mundial como entonces.

 Por supuesto que es un conjunto heterogéneo que se expresa desde un fascismo descarado hasta quienes lo hacen detrás de una máscara adornada de democracia, lucha electoral y reivindicación de la República: ésta es la que definimos como Derecha Racional y es la que viene venciendo en las disputas electorales, tanto accediendo al gobierno como ganando espacios en los parlamentos, las alcaldías, los municipios, las parroquias.

¿Qué hay de racional en el discurso de la Derecha?; bueno esa es la pregunta que desde una “concepción infantil” cuestiona cierta izquierda y que responden con “la política como el arte de lo posible” los progresismos.

Hay un marco de disputa cotidiano que cumple el papel de brecha por donde se cuela el relato de la Derecha Racional, o si se quiere, aprovecha una maniobra de distracción, aunque esta no esté previamente o necesariamente planificada.

Los grandes medios de comunicación, las redes sociales, difunden a los terraplanistas y el debate entre lo plano o redondo del planeta se convierte en el show de fuegos artificiales por un tiempo sin acaparar la atención más que de los eruditos y curiosos que gozan en el placer de ser irreverentes en cuestionar las comprobaciones científicas.

Es una Derecha Amarillista que emerge de las catacumbas de las organizaciones políticas de ultra derecha, de las religiones católicas y protestantes, de las élites culturales y artísticas, de una discapacitada intelectualidad que en algún momento ejerció en el mundo académico.

Y como del otro lado le responde a coro una izquierda consignataria que repele por reflejo dichos discursos y blande con el huevo de gallina de Colón sobre la redondez del planeta, la Derecha Racional, el nuevo fascismo enmascarado gana terreno disputando a los progresismos imbuidos de precaución y renuncias su lugar en la cosa pública.

Democracia y libertad

La Derecha ha instalado como ley universal su concepto sobre Libertad Y Democracia.

La palabra Democracia ha adquirido el rango de valor social normativo y prescriptivo en la constitución de los poderes públicos en todos los Estados modernos.  Independientemente del punto de vista que se tenga, más conservador o reformador, más académico o administrativo, la enunciación discursiva para adquirir el rango de legitimidad y para acceder al circuito de reconocimiento social debe referirse de alguna manera a la “Democracia” como bien sustantivo de la interacción colectiva. Esto muestra que esta palabra juega el papel de dispositivo de vigencia y ascendencia del discurso dentro del campo político” (Álvaro García Linera en “Democracia Estado Nación”)

En tanto uno de los valores fundamentales dados a un sistema democrático es el voto popular, el programa político que se imponga ocupa un segundo plano; sea Bolsonaro, Milei o Trump han sido ungidos por el vox populi vox deis.

En tanto se conserve el Estado de Derecho (esto es acceder al gobierno sin golpes de Estado producto de revueltas militares o civiles) se legitima el gobierno aunque se violente por parte de la Derecha Racional, las propia instituciones que le han dado sustento, o modifique su esencia, por ejemplo otorgando al Poder Judicial poderes sobre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, o el legislativo sobre el voto popular (destitución de Dilma Rousseff por ejemplo en Brasil).

Para la Derecha Racional al frente de las multinacionales la Democracia gobernada por fuerzas progresistas y su programa también funciona, primero porque atempera la lucha de clases (no se le puede hacer huelga al “gobierno compañero”)  pero además porque, “ese programa si es bueno para las grandes mayorías, luego de la victoria (electoral) no se realiza ni se hacen esfuerzos para que se realice, porque el interés y la seguridad del Estado lo impiden. Si se busca una mayor justicia social, se corre el seguro riesgo de espantar las inversiones del capital extranjero que el país necesita; si se amplían las libertades y las garantías democráticas, se puede irritar al vecino poderoso cuya política se orienta en sentido contrario a las corrientes interna de derecha, que son minoritarias pero tienen fuerza y dinero, y frente a las cuáles suele ocurrir que el gobierno es demasiado débil.” (Luce Fabbri)

De la mano de la Democracia el concepto burgués de Libertad; el acceso a las TIC fomenta en el individuo el falso concepto de ejercicio de libertad, profundizado en el mundo del trabajo por el de oficina en casa.

Durante la pandemia del Covid algunos Estados impulsaron el concepto de Libertad Responsable, esto implicaba el auto confinamiento sin necesidad de recurrir al poder coercitivo del Estado; lo urdido en un contexto sanitario vino a validar la norma del uso de la libertad responsable frente al mundo del trabajo y la convivencia social, el uso de las redes y del consumo material en general.

El Estado deja de exhibir los grilletes para que los esclavos sin perder su condición se sientan libres.

Frozen cultural

¡Libre soy, libre soy! canta la princesa en el dibujo animado y según los estudiosos del mensaje de la película: “nos enseña a enfrentar nuestros miedos y aceptar quienes somos; no solo nos da paz, sino que también mejora nuestras relaciones y nuestra efectividad tanto en la vida diaria como en el trabajo”; una Oda al carnero feliz.

Decía el cantante chileno Víctor Jara: “La penetración cultural constituye un árbol frondoso que nos oculta el que podamos ver nuestro propio sol, cielo y estrellas. Por lo tanto nuestra lucha es para cortar el árbol de raíz. El imperialismo norteamericano entiende la magia de la comunicabilidad en la música, en penetrar en nuestra juventud con toda clase de música comercial. Como hábil profesional ha tomado sus determinaciones: primero, la industrialización de la canción protesta, que le sirve a sus intereses para adormecer la rebeldía innata de la Juventud. Son ídolos que sufren las mismas alternativas de los otros ídolos de la canción de consumo: subsisten un instante para luego desaparecer. Por eso somos más bien cantantes revolucionarios que de protesta, porque ese término ya nos parece ambiguo y por qué ya está muy utilizado por el imperialismo”.

El uruguayo Alfredo Zitarrosa hablaba de canción propuesta en vez de canción protesta.

La industria del cine americano vistió de Marines a Abbott y Costelo, al Pato Donald y varios personajes de Disney generando la idea de que fue Estados Unidos y no el Ejército Rojo el que derrotó al fascismo; la Derecha Racional elaboró una brillante herramienta de comunicación de masas.

El poder elaborar un trabajo artístico, cultural, académico, o simplemente profesional desde nuestro celular (un pequeño medio de producción y reproducción) afianza esa idea de libertad.

Naturaliza en sus posibilidades cotidianas e instantáneas la emotividad que conlleva a estados de resignación de las cosas, y fuera del necesario contexto, infantiliza las audiencias al decir del cubano Abel Prieto.

En Tik Tok y otras redes sociales las potentes imágenes de no más de un minuto de soldados ucranianos en combate, sus ciudades destruidas, orientan las audiencias hacia la condena de la invasión rusa.

En las mismas redes, el genocidio del ejército israelí contra el pueblo palestino orientan la condena hasta que la masacre se hace natural, se insensibiliza a fuerza de acceder a imágenes de muerte durante un tiempo prolongado y al final el horror es la supuesta guerra más que los intereses de un Estado de ocupación.

Por supuesto que allí se libra una batalla hegemónica y contra hegemónica, pero es la Derecha Racional que se impone a las corrientes más radicales que proponen la censura, permitiendo el “libre flujo” de imágenes y testimonios para reforzar ese concepto de libertad.

Libertad que impulsa el derecho a decir (algo que resulta básico), pero que apunta a que los terraplanistas confundan su derecho a sostener sus convicciones con que el resto de los mortales deban aceptarlas sin refutarlas.

Los caminos de resistencia a la Derecha Racional son bastantes más complejos que enfrentar al fascismo desembolsado; hay una guerra estratégica y miles de batallas tácticas que está en el plano cultural e ideológico que no carga la mochila del progresismo.

Aunque debe ser librada y contar con soldados del mundo intelectual dispuesto a combatir la Dictadura Ilustrada incluso dentro del fuego amigo, esa construcción y reconstrucción contra hegemónica se libra en el terreno práctico.

Práctica de monasterios (a modo de reservorio cultural), de los viejos ateneos anarquistas, de los pueblos y comunas que libran una guerra asimétrica contra la Derecha Racional.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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