miércoles, 16 de noviembre de 2011

Discutir a 200 años de la Revolución Artiguista (Senador Agazzi)

SEÑOR AGAZZI.- Señora Presidenta: en realidad, no es obligatorio discrepar en todo. A partir de una muy buena presentación que ha hecho el señor Senador Gamou, estamos encontrando una cantidad de puntos de acuerdo en torno a una cuestión nacional que es importantísima y que globalmente, según las distintas expresiones que han vertido los Senadores que intervinieron, no tiene que ver solamente con la propiedad jurídica de la tierra. Creo que detrás de esto se han expresado otras cosas en las que estamos teniendo coincidencias y, en ese sentido, me parece bueno pensar un poco más allá de los títulos de los diarios, a efectos de visualizar los problemas estratégicos. Va en nuestra sapiencia combinar los temas estratégicos con los problemas de todos los días, para que cumplamos con la responsabilidad que nos dio el pueblo al designarnos para estar aquí.
Creo que está bueno

pues uno de los principios rectores de la ideología artiguista fue la paz, para la cual fomentaba la campaña y daba seguridad a los hacendados. Así es el título del Reglamento de Tierras, que se puede leer de distintas maneras y yo lo hago de una forma, que tiene que ver con la construcción de un proyecto de país.
Creo que ya tendremos oportunidad de discutir la letra chica. Quiero decir que lo que está pasando en el Uruguay en estos años, está sucediendo también en el mundo con gobiernos de todos los partidos. El hecho de que el Frente Amplio esté en el Gobierno desde hace siete años, no es la causa de lo que está sucediendo con la propiedad de la tierra en el Planeta, como parece desprenderse de algunas expresiones vertidas. Es diferente el concepto de correlación de hechos con el de causa-efecto. Si fuera así, correríamos el riesgo de pensar, por ejemplo, que el crecimiento de China se debe a los problemas del sistema financiero de los Estados Unidos, o a la falta de las regulaciones en la Unión Europea. Son hechos que se dan al mismo tiempo, pero uno no es la causa del otro. La política, entonces, debe enfrentar estos hechos para encontrar soluciones.


SEÑOR AGAZZI.- Con gusto se la concederé más adelante, a efectos de no cortar el hilo de mi exposición. Además, ya que hoy tenemos la oportunidad de analizar este tema, voy a hacer una presentación complementaria, que de ninguna manera pretende confrontar con ninguna de las exposiciones que se hicieron acá.
Entre 1990 y 2007, la agricultura en el mundo creció casi dos millones de hectáreas por año. Estoy haciendo referencia a un conjunto de valores que, de alguna manera, indican cuánto ha bajado la agricultura en Europa y cuánto ha aumentado en los países en desarrollo. En el año 2008 y principios de 2009 tuvo lugar el “Boom del 2008” –denominado así por los organismos internacionales–, donde se incorporaron a la agricultura 56:000.000 de hectáreas, 29:000.000 de ellas en África. Esto significa que está pasando algo: hay un aumento importante de la población mundial, que consume alimentos. En los países en desarrollo hay un significativo incremento del ingreso, que produce una mayor demanda de alimentos; por lo tanto, hay que aumentar la agricultura. A su vez, existe una política de biocombustibles que ya está en marcha; como los recursos fósiles, tarde o temprano, se van a terminar, hay políticas específicas para incorporar biocombustible en la Unión Europea, en Estados Unidos y hasta en Uruguay.
Asimismo, como consecuencia de la apertura económica mundial está teniendo lugar un hecho muy importante, que tiene que ver con los cambios en las estructuras de producción del planeta. Hay producciones que se están dejando de desarrollar en lugares ineficientes y están siendo trasladadas a zonas más propicias. Quizás el ejemplo más claro sea el de la forestación: se está dejando de producir en el norte de Europa y de América y se está aumentando la producción de árboles, de madera y subproductos en regiones más adecuadas, porque rinden el triple. En el centro de América del Sur, por ejemplo, la forestación rinde el triple que en los países nórdicos. En realidad, la apertura económica mundial conduce a la reubicación de actividades productivas. Si bien cito como ejemplo la forestación, está sucediendo lo mismo con los cereales, los granos y otras producciones.
Otro de los hechos que está acaeciendo –como muy bien lo señalaba el señor Senador Bordaberry– es la existencia de disponibilidad de activos que no encuentran fácilmente dónde anclar. Esto es consecuencia de la globalización y trae aparejado, entre otras cosas, que haya fondos dedicados a la especulación y fondos dedicados a la inversión. A mi juicio, estos factores no solo tienen sus consecuencias en Uruguay, aunque se manifiestan de manera distinta en América Latina, África, Europa y en el sudeste asiático.
Quiero referirme a un tema que considero sustancial y que va más allá de la propiedad jurídica de la tierra: la organización de la producción agrícola. La producción agrícola dominante en el mundo es la de predios trabajados por familias rurales, especialmente en África y Asia, pero también en Europa y América Latina. Si bien hay una tendencia a disminuir la población rural y, en consecuencia, aumentar la superficie de las explotaciones, esto está unido a fenómenos no agrícolas, lo que ha sido demostrado durante un siglo por trabajos de investigación estadounidenses. A medida que aumenta la actividad industrial y los salarios industriales, aumenta también la superficie promedio de los establecimientos rurales, porque hay una migración de la población hacia actividades que tienen mayor productividad. Si bien la agricultura marcha hacia la industrialización, la racionalización y la repetición de técnicas, de procedimientos, quizás la industrialización se ha dado más en los procesos de transformación y de logística que en la producción agrícola en sí misma. A nivel mundial, la producción familiar siempre es más eficiente que la producción empresarial.
Algunas de las empresas que compraron aquí miles y miles de hectáreas aducen que en su país de origen no poseen tierras; si bien tienen la inversión industrial, la tierra pertenece al Estado o a productores familiares. Asimismo, expresan que para la forestación –a pesar de la complejidad biotecnológica que implica–, en sus países es más eficiente la familia rural que una empresa con personal asalariado. En las grandes empresas se produce un fenómeno de economía de escala, pero también de “deseconomía” de escala; la única excepción puede estar en los cereales, debido a los avances tecnológicos de los últimos años.
A su vez, en el mundo están surgiendo importantes megaempresas. ¿Por qué sucede esto? En realidad, las megaempresas son excepciones a la regla de la agricultura mundial. Quizás el aumento de los biocombustibles a través de la producción de caña o de palma aceitera en el sudeste asiático se lleve a cabo con empresas familiares y con grandes inversiones industriales, pero los megaemprendimientos se están dando en aquellos lugares donde no hay una organización ni una estructura de la economía agrícola. Tal vez el caso más llamativo sea el de Ucrania, donde súbitamente 30:000.000 de hectáreas de cereales pasan a ser pastizales; se presentan, entonces, megaempresas que manejan el mercado de los insumos –que allí no existe– y la logística, que cuentan con la tecnología necesaria, que construyen su puerto, que llevan las semillas y que, además, ya tienen vendida la producción. Así pues, se da el caso de que por carencias en el aparato productivo, millones de hectáreas son ocupadas por pocas megaempresas.
Se está produciendo un cambio en el mapa mundial. Los diferentes organismos internacionales que están analizando el tema, como el Banco Mundial y la FAO –porque no es una cuestión que estemos discutiendo solamente nosotros, en el Senado–, han expresado que las grandes empresas son solo una opción en ciertas circunstancias. En realidad, este asunto está muy vinculado a la disponibilidad de bienes públicos, de conocimiento, de tecnología, de insumos para la producción, y de procesamiento y comercialización de la producción.
A mi juicio, la cuestión de hasta dónde se instalan megaemprendimientos en una región es bien de fondo, porque tiene que ver con un proyecto de país.
Hay distintas clases de extranjerización de la tierra, porque si simplemente denominamos así a la propiedad jurídica por parte de alguien que no ha nacido ni vive en nuestro país, se puede aplicar esa calificación a muchas otras cosas más. A modo de ejemplo, en nuestro país está la compañía New Zealand Farming System, que compró 20 estancias, cuenta con 35.000 hectáreas y produjo 7:000.000 u 8:000.000 de litros de leche; sin embargo, está desconforme porque su producción fue la mitad de lo que pensaba producir. Son productores que se han instalado en Chile y en nuestro país, y utilizan su renta acumulada para producir.


SEÑOR AGAZZI.- Disculpe, señor Senador, pero quisiera redondear mi pensamiento. Tampoco se la concedí en su momento al señor Senador Amorín.
Distinto es el caso de algunos fondos de inversión que compraron miles de hectáreas en el Uruguay y luego contrataron a una empresa para que plantara eucaliptus. Fui a recorrer uno de ellos –que no sé con cuántos miles de hectáreas cuenta– y me encontré con una manada de burros. ¿Alguien, aquí en el Senado, vio alguna vez una manada de burros en el Uruguay?
(Hilaridad)
–Exceptuando en Sala...
(Hilaridad)
–El grado de abandono en la organización y en la producción es de tal magnitud, que alguien llevó al lugar unos burros que se reprodujeron y se formó una manada. En realidad, al fondo de inversión que compró esas hectáreas le fue muy bien; debemos felicitar a quien tomó la decisión, porque ninguna otra actividad productiva le habría dado la rentabilidad que obtuvo. Desde el punto de vista del inversor, fue una medida muy bien adoptada, pero desde el punto de vista del Uruguay es algo muy negativo, porque no le sirve para nada. Pienso que, como país, podríamos tomar decisiones mucho más importantes que esa.
A mi juicio, estos temas son estructurales y muy importantes, y debemos ver también qué es lo que están haciendo otros países. Por ejemplo, este año una empresa suiza compró un establecimiento de 1.000 hectáreas en Nueva Zelanda. En esa isla, la ley de inversiones distingue las inversiones en activos de las inversiones consideradas sensibles. Si alguien plantea comprar más de 5 hectáreas de tierra agrícola, se considera que es una inversión sensible, y lo mismo ocurre cuando se trata de más de 0,4 hectáreas de tierras en los bordes de lagos o arroyos. Entonces, el Ministro de Finanzas se dirigió a la Comisión de Inversiones de Ultramar –así denominada por los neozelandeses, porque el país es una isla–, que es la encargada de analizar y determinar en qué medida una inversión es adecuada o conveniente a la hora de salvaguardar los intereses de ese país. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una nación organizada, que hizo su reforma agraria en 1890, por lo que no tiene los problemas de desigualdad en la distribución que hay en otros lugares. Me parece que hay que mirar esto con una visión amplia y no detenernos solo en lo que nos pasa a nosotros; analizar qué es lo que está sucediendo, cuáles son las causas de estos fenómenos, cómo podemos convertirlos en beneficio del país y, además, observar qué están haciendo otros al respecto, de manera que esos capitales que están buscando dónde afincarse, realmente se conviertan en una oportunidad para nuestra gente y no en un problema para el Uruguay.
Como decía al comienzo de mi exposición, en este tema habrá mucho que discutir respecto a la letra chica, pero desde ya felicito al señor Senador Gamou por la iniciativa. Si bien al principio me pareció que se trataba simplemente de una decisión individual de plantear algo, ahora compruebo que de esas instancias a veces puede resultar un buen entendimiento.
Si todavía tengo algo de tiempo, me gustaría conceder, por su orden, las interrupciones que me solicitaron los señores Senadores Amorín y Bordaberry.


SEÑOR AGAZZI.- Señora Presidenta: lo que ha dicho el señor Senador Bordaberry es cierto aunque, en realidad, los neozelandeses se quedaron con una parte del paquete accionario. Insisten en producir 14.000 litros de leche por hectárea en el Uruguay; tienen una especie de testarudez en eso, porque solo pudieron obtener 7.000 litros. También es cierto que vendieron algunas de las estancias a un grupo financiero y que otros grupos les compraron el resto de las tierras. Ese es el mundo real en el que nos movemos.
Lo importante –tal como decía el señor Senador Nin Novoa– es que las previsiones a nivel mundial establecen que va a aumentar la demanda de granos y de productos de la agricultura –por las razones que se han expuesto en Sala–, lo que augura un panorama muy positivo para un país como el nuestro, que posee tierras muy fértiles, una red social y también seriedad. Esto va a seguir así, porque se estima que se van a incorporar 6:000.000 de hectáreas y que las dos terceras partes están ubicadas en África del Sur y América Latina. Así pues, lo que aquí se ha expresado nos plantea un escenario con aspectos positivos, pero también con riesgos, y eso es lo que tendremos que discutir cuando analicemos el tema con más profundidad.
Muchas gracias.

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