Finalmente, luego de un largo proceso donde el Golpe de Estado se fue dando por etapas, había llegado el momento de “consolidar”, la Gestión del gobierno militar.
Aunque fueran militares los que ocupaban la primera magistratura, prescindiendo de los servicios de Juan Maria Bordaberry y Aparicio Mendez, el Consejo de Estado, integrado por civiles, daba la imagen de “estabilidad” que podía reclamar una parte condescendiente de la comunidad internacional.
Es que con haber ganado la guerra interna no alcanzaba; había que demostrar además que se podía gestionar, hacer funcionar la economía, realizar obras y manejaban a su favor un argumento infalible: “los militares harían posible lo que los políticos dejaron en promesas”.
La Dirección Nacional de Relaciones Publicas (en adelante Dinarp) fue el instrumento de la dictadura no solo encargado del control sobre la difusión interna, sino una herramienta fundamental para desarrollar un objetivo prioritario del gobierno de facto: generar una política cultural especifica, que consolidara el régimen a la interna y vendiera una imagen al exterior de país equilibrado y en vías de desarrollo.
“Los Can(a)llas del País”
Tergiversando la vocal de una palabra de la canción que hiciera popular el “Canario Luna” en homenaje al periódico, diremos que nada de esa meta seguida por la Dictadura, hubiese sido posible, sin el compromiso concreto, voluntario y hasta “desinteresado” de parte de la prensa nacional, y en esa tarea El País primero y Búsqueda después, fueron sus pilares fundamentales.
La nueva cultura totalitaria debía ser masiva, y en lo que parece un problema antropológico de cualquier gobierno, difundir adecuadamente los “logros”; claro, contaban con la ventaja adicional de que estaba prohibido discrepar; así las grandes obras de infraestructura, rutas y represas, construcciones, se difundían mediante una modalidad especifica que fue el lenguaje cinematográfico, formato de documentales como “Uruguay Hoy” y “Panorama”, que mostraban los aciertos y avances de obra.
El Prócer de Bronce
Pero fue justamente en el intento de consolidar una hegemonía cultural en base a la “Orientalidad”, que El País a la cabeza de otros medios de prensa prestaron sus páginas.
El discurso era sencillo: la “ausencia”, aunque por supuesto no se manejaba públicamente que forzada, de expresiones políticas partidarias, dejaba un vacio que llenaba a la perfección y con la misma metodología de las clases dominantes en el proceso de construcción de la Nación uruguaya, la imagen de Jose Artigas, una suerte de “gladiador romano”, sin divisas partidarias ni ideología definida, cuyo único cometido era la Libertad y la Felicidad de los mas infelices.
También se ataba a ese concepto, el Interior olvidado, “los pobres del Campo”, “los excluidos históricamente por los políticos que se habían dedicado a desarrollar Montevideo”. Reverdecieron todas las Sociedades Nativistas que le dieron movimiento y color a los desfiles en rescate de la “Orientalidad”, en un actualizado discurso “Ruralista”, y vaya si a través del diario El País se podía estar al día de las opiniones de los personeros de la Asociación y Federación Rural.
“Los Soldados de Artigas”, pues así se sentían, erigieron grandes estatuas al prócer, (la de plaza independencia , obra que duro de 1975 hasta su inauguración en 1977)trajeron sus restos, organizaron la noche de los fogones en la ciudad de Minas con un multitudinario espectáculo, adornado por las tradicionales caballerías gauchas y cientos de escolares, disfrazados a la sazón. Aún estaba caliente la sangre derramada por los últimos y masivos embates represivos contra los restos de organizaciones políticas de izquierda y otros ciudadanos constitucionalistas.
Una lectura por los editoriales del diario El País del 76 al 80, tal vez la etapa más consolidada del Régimen militar, nos muestra una publicación cuyas opiniones no son el fruto de quien padece un régimen opresivo, una gracia para sobrevivir posibles censuras, que las había también, sino una Apuesta Deliberada y Comprometida, con la nueva construcción política que se desarrollaba en el País. El “nuevo Orden” político, necesitaba un “Nuevo pasado”; los propios militares se dieron cuenta del error de tratar de imponer a partir de 1975 la figura de Latorre en la simbología uruguaya, rectificación en un rapto de lucidez. El País y otros órganos de prensa escrita que hoy no sobreviven, edificaban tras Latorre, Artigas y Fosforito de haber sido necesario. En la bacanal de “música folclórica y comidas tradicionales” se regocijaban los señores de la Prensa, para luego de un buen asado, jugarse un picadito, un “Mundialito” con copa de Oro.
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