lunes, 19 de septiembre de 2011

Esperado Aterrizaje (CAp., del 5 al 7.)

5

Dionel Gabello fija la mirada en el cuadro; sus ojos recorren cada uno de los detalles de aquel velero dibujado sobre embravecidas olas en el medio de un mar que se asemeja a los muchos que él ya navegó; de hecho, hace menos de dos días que acaba de volver a tierra firme.-
Cuando tiene la vista fija en el oleo, su pensamiento anda navegando y revive esa sensación apoyado en la imagen; había saludado a sus sub alternos manteniendo el mismo aire marcial de siempre como corresponde a un marino descendiente a su vez de dos generaciones de militares navales, la mirada fría que poco dice de lo que pasa por dentro de su alma, el bigote impecablemente cortado, los zapatos lustrosos, el uniforme encendidamente blanco.-
Junto a la taza vacía del café matutino ha quedado el diario de la mañana con aquel articulo donde algunos vecinos denuncian la instalación de la Base Militar en Santa Catalina; iba a llamar a uno de sus ayudantes para pedir mas información , cuando el renglón en que se afirmaba que “la policlínica se instalará con los fondos obtenidos por la participación de la marina uruguaya en las maniobras Unitas, siendo ésta la prueba de ésta denuncia”, le hizo esbozar una sonrisa que de poseer un espíritu mas extrovertido podía haber desembocado en una literal carcajada.-
Fue a partir de allí cuando giró en su sillón y se puso de cara al cuadro.-
Recuerda entonces las primeras maniobras en la que participó, donde la esmirriada presencia de la fuerza naval uruguaya era compensada con la participación de los oficiales uruguayos en maniobras teóricas y en algún Comando planificando algunas actividades; recuerda como luego junto al oficial de inteligencia contaban a sus mandos al finalizar las maniobras como la enorme debilidad de recursos frente a sus pares del Atlántico Sur le permitía cumplir con el objetivo de conocer el potencial del enemigo sin que ellos revelaran la casi inexistente capacidad de ofensiva uruguaya.-
Con un dedo acariciándose la sien recuerda a aquel Oficial yanquee que tan buenos comentarios había realizado sobre su capacidad intelectual y firmeza de carácter, propia de una persona que provenía de una tradición familiar de marinos.-
Y con los títulos y medallas obtenidas, venia una suculenta suma de plata para las arcas de la Armada.-
Recuerda que el Contra almirante vino un día bastante contrariado por que el Parlamento estaba estudiando la posibilidad cierta de que el país dejara de participar en tales entrenamientos internacionales, y para su asombro, se desplomó en el sillón de su oficina como pidiendo un consejo, que tímidamente se animó a deslizar; tomó aire, se acarició el bigote como alineándolo y le dijo:
-“con todo respeto Vicealmirante, me parece que si empezáramos a hacer obras para los efectivos con los fondos recaudados por nuestra participación en las maniobras, tal vez el Ministro contemplara la necesidad de seguir en ellas”.-
Sin despegar la vista de su mirada, tal como era su costumbre, sin mover un solo músculo de su rostro que reflejara algún estado de ánimo, se limito a preguntar secamente:
-¿y cuál seria el tenor de esas obras?
- bueno- empezó a decir tragando saliva- algunas viviendas, atención de salud, variadas demandas que hoy tiene el personal de tropa.-
El Vice Almirante se levantó enérgicamente sin mencionar palabra alguna pero con la expresión de que algún efecto había causado en su ser aquellas palabras; un seco “buenas tardes” fue todo lo que salió de aquellos labios antes de cerrar tras si la puerta de la oficina y nunca mas en los encuentros que tuvieron hablaron del asunto.-
Un mes después cuando a su Despacho llego aquella prolija carpeta con el Proyecto de Policlínica para Funcionarios de tropa de la Armada, con la firma del Vice y Contra almirante, Dionel supo que su idea había sido tomada, aunque otros se apadrinaron de la propuesta.-
Sonrió irónicamente ya que sabía por tradición familiar castrense que recién cuando él llegase al grado superior de la Armada podría tomarse la revancha necesaria y presentarse como el verdadero autor de aquella idea que el ministro aplaudió fervientemente.-
Él fue el encargado de dirigirse personalmente a la unidad militar de Santa Catalina de Alejandría - o Punta del Tigre como se la denominaba en términos militares- para comunicarle la decisión al Comandante de la unidad y hacer las revisaciones necesarias sobre el terreno a ceder para dicha obra.-
A alta velocidad en su Land Rover particular iba manejando por los caminos que lo conducían hasta la Unidad, recorriendo aquella geografía de constantes ondulaciones que como a él le gustaba decir, era la parte del cerro detrás del escudo.-
Entre los cuatro símbolos del Escudo Nacional se encuentra la del Cerro de Montevideo con su fortaleza, imagen del cerro visto desde la bahía de Montevideo; le causo mucha gracia cuando alguien explico que la instalación de una base de apoyo a las maniobras navales debía hacerse desde un lugar inexpugnable como era la parte de atrás del escudo.-
Efectivamente, detrás del cerro se desarrollaba una geografía espectacularmente bella y a pesar de haberse instalado al margen de un barrio en construcción, el lugar era bastante privilegiado.-
Era una mañana tibia de sol cuando los guardias le flanquearon la barrera para ingresar a la Unidad de Apoyo Operativo; llevaba en el portafolios una copia del proyecto con los planos del terreno y datos adicionales sobre las etapas de obra; apagó la colilla del cigarro en el cenicero del vehículo y descendió, saludando a los guardias apostados y contemplando todo el paisaje en rededor.-
-“Muchas cosas van a cambiar”- pensó, y no se equivocó.-









6

Gualberto Arriguirroni Sánchez veía con los ojos y “con los pies”; su vista contemplaba todo lo que se puede ver observando el mundo entre el agua y el cielo, pero abajo del agua, mejor que sus ojos “veían sus pies”; desde joven poseía una fuerte atracción por el mundo marino por lo que su silueta recortada por el sol del atardecer era un elemento mas de la geografía costera; adentrándose en las aguas, sus pies, habían recorrido toda la cadena de rocas que rodeaba la costa y de tanto andarlas llegó con el tiempo a conocer a la perfección sus formas, virtudes y peligros.-
Estaba “el ferrocarril”, una cadena de siete rocas que como hecho a propósito por la voluntad humana se encontraban separadas entre ellas por una pequeña roca de forma alargada tal como la unión de los vagones yéndose en forma casi alineada mar adentro; “la mujer acostada” era una roca sola casi en el comienzo de la zona profunda de la playa chica donde se podía distinguir claramente dos protuberancias y en el otro extremo un ahuecamiento justo entre “las piernas”, por nombrar solo algunas de las muchas formaciones rocosas y que tuviera cada una de ellas, según la altura del rio ese día y que tan agitado o no se encontrara, su propio pique.-
Al tacto de sus píes había recorrido toda la costa llegando a convertirse en uno de los referentes mas conocidos a la hora de buscar un consejo por parte de inexpertos pescadores.-
Sus variados pero prolongados horarios en las artes de la pesca le habían permitido hasta llegar a conocer a la perfección los horarios cumplidos por las Guardias de la armada, el patrullaje del gomón que recorría la costa sobre todo en los días previos a los entrenamientos.-
Casi al anochecer recogía y ordenaba con sumo esmero el aparejo y los riles, calzaba el anzuelo de la caña de pescar en uno de los extremos y desandaba el camino lentamente con su botín en el tarro de veinte litros si eran pequeños y de lo contrario los traía en su gancho en la mano; obligadamente pasaba por la cantina a reponer la medida de grappa con limón del día anterior o de la mañana y antes que el mostrador cobrara movimiento por si mismo, se retiraba para su casa.-
Una de aquellas noches y con un buen par de bagres colgando del gancho llamó su atención el sobrevolar de una avioneta que se dirigía con rumbo hacia el centro de la ciudad pero realizaba una serie de círculos sobrevolando toda la zona alrededor de Santa Catalina.-
La avioneta, solo distinguible ahora por sus luces sonaba como aquellas que salían a buscar barcazas perdidas pero ellas se dirigían mar adentro.-
La cantina se encontraba a escasos cien metros de la playa en la calle Pez Espada y Mochuelo, en una construcción que estaba por debajo del nivel de la calle por lo que al ingresar había que bajar una serie de escalones adornados con piedra laja; un mostrador era todo el mobiliario de aquel lugar y en sus paredes colgaban varias muestras de especies marinas: caparazones de tortuga, dentaduras de dorados, algún ancla de barcaza, algún resto de remo y un trozo de timón.-
Una foto mostraba al dueño de la cantina junto a una especie de gran tamaño de corvina negra junto a otros integrantes de un rupestre campamento, a orillas de la Boca del Cufré, según rezaba un texto en la foto.-
Una única bombilla de cuarenta watss mas el humo espeso de los tabacos generaba un ambiente intimista, donde la conversación se imponía a los gritos por encima de la radio que sonaba frecuentemente entre tangos e informativos.-
Gualberto como todas las tardes dejo el botín colgando del gancho en la rama alta del transparente a la entrada de la cantina, como quien deja el pingo atado en el palenque.-
Saludó cortésmente a los dos parroquianos que degustaban una caña con arazá y se acodó el también para disfrutar de la suya.-
La conversación tenía una rutina prefijada y sin mayores sorpresas y versaba sobre las especies que picaban más fácil, la carnada usada y poca cosa más.-
La tragedia de algún naufragio de alguna barcaza o la muerte de algún vecino eran de las pocas cosas que solían agitar tales disertaciones; fueron aquellos estampidos venidos desde el monte de la playa de Punta Yeguas lo que detuvo la respiración frente al mostrador, para salir apresuradamente acompañando al cantinero a la calle y llegar hasta la playa.-
Algunos disparos mas, roncos y potentes, se escucharon venir desde aquellas espesas oscuridades, mientras la avioneta seguía dando vueltas con su insistente zumbido.-

























7

No existía en aquél barrio ninguna presencia física de la iglesia católica; ni edificio religioso, ni cura, ni párroco, aunque es de suponer que si existieran devotos.-
Por el contrario, florecían todos los días templos afro umbandistas y de las distintas vertientes de las religiones protestantes.-
El club deportivo del barrio contaba con una cancha de futbol con las medidas profesionales y una cancha de baloncesto pero carecia de un lugar cerrado para realizar actividades deportivas; la pequeña construcción que poseía oficiaba de cantina y de sede de reunión de la directiva del club.-
Así fue que un buen día, las autoridades municipales decidieron expropiar un enorme salón frente a la terminal de ómnibus construido para un negocio demasiado pretensioso para los ingresos económicos de aquella zona; dicho salón fue entregado a la Comisión de fomento del barrio, que por no contar con los fondos suficientes apenas si pudo acondicionar el enorme galpón de dos pisos en un lugar relativamente confortable para las reuniones de los vecinos.-
En ese salón con tablas de obra sobre bloques oficiando de bancos se realiza la asamblea convocada; Mauro observa con expectativa a la gente que va ingresando al salón, atento a la llegada de Clotilde y Amarante, las voces oficiales sobre el asunto en cuestión.-
Pasados los primeros treinta minutos de la hora de la convocatoria, cierto nerviosismo se empieza a apoderar de los organizadores que se consuelan entre ellos fundamentando la aún escaza concurrencia en el poco tiempo que tuvieron para organizar la difusión del encuentro, lo desacertado de la hora, la idiosincrasia uruguaya de empezar las reuniones con una hora de atraso, y todo aquello que evitara llegar a la conclusión de que este asunto no le importara a la gran mayoría del barrio.-
El “topo” Urrutia, veterano experimentado en la organización de asambleas vecinales por aquellos lares, observa desde la cantina mientras toma los últimos tragos de su caña, y calcula a ojo de buen culero que la convocatoria ha sido un desastre.-
Dos jóvenes encargados del equipo de audio, parecen querer atrapar con el fuerte volumen de los parlantes a los vecinos que pasan indiferentemente frente a la puerta del salón, o esperan la salida de alguna unidad de transporte en la terminal, mirando aquella reunión incrédulamente.-
No mas de treinta personas se encuentran dentro del local cumplida ya una hora de espera cuando Mauro, realizando las consultas previas a los demás organizadores toma el micrófono, solicita a los asistentes que vayan ocupando sus asientos y pide que hagan silencio para empezar con el encuentro.-
-¡vecinas, vecinos!.. Buenas tardes...vamos a dar comienzo a esta importante reunión brindando el informe que la comisión de trabajo realizó mientras esperamos la llegada de mas vecinos. Dejamos expresa constancia de que la alcalde Clotilde y el diputado Amarante fueron invitados pero no nos avisaron de que no fueran a venir..Damos la palabra a la compañera Olga.-
Una muchacha gordita de oscuros y rizados cabellos abrió una carpeta que tenia dentro de un enorme bolso rojo con la inscripción Benetton y tomó con timidez el micrófono presentándose y empezando a leer con voz titubeante el contenido de aquellos papeles.-
-¡cállate vo gorda que ni siquiera vivís en el barrio!- interrumpió “la Ronca” desde la puerta, veterana pescadora que nunca se andaba con chiquitas para expresar sus pensamientos, desatando unos fuertes chistidos por parte de los organizadores y la carcajada de varios concurrentes que ya la conocían.-
-¡Respete doña!- gritó Mauro a viva voz, logrando que “la Ronca” se retirara de la reunión dándole vuelta en los labios al pucho cortito que aun ardía.-
- Es cierto, no vivo en la zona - empezó a decir con voz quebrada Olga- pero en el poco tiempo que estoy compartiendo con ustedes empecé a amar tanto este barrio que me siento una mas de ustedes y me sentiría muy triste de que toda esta belleza de gente y paisaje se arruinara por la presencia des una base militar.-
“La Ronca” que escucho la afligida voz de Olga en el momento que ingresaba a la cantina, comento al cantinero:
-¡éstas pitucas que comen con aceite…!- acodándose en el mostrador y tomando la decisión de no volver a generar otro incidente.-
- Por información que obra en nuestro poder- siguió con voz mas firme Olga- la Policlínica es el inicio de una serie de obras que culminaría en la construcción de la Base Militar Norteamericana ya que Uruguay es el único país de la región donde los Estados Unidos no poseen base territorial; la ultima la instalaron en Paraguay y la siguiente es lógico que sea aquí.-
Olga había adoptado a medida que avanzaba en la lectura del informe una postura mas firme, convincente, enfatizando aquellos aspectos que le parecían más relevantes.-
Mateo, desconfiado como pato en palangana interrumpió la lectura del informe preguntando:
-¿y cuál es la fuente de esa información?
-¡hay que anotarse para intervenir!- lo cortó Mauro secamente.-
-Pero es una pregunta que me parece….
- Anotate... siga compañera.-
- Bueno- prosiguió Olga- no hay problema en contestarle al vecino...nuestras fuentes son muy reservadas ya que están dentro del mismo Ministerio de Defensa.-
Una sensación muy extraña se apoderó del ambiente; muchos asistentes quedaron perplejos al enterarse que aquel grupo mayoritariamente compuestos por jóvenes, contaba nada menos que con una suerte de espías dentro del Ministerio de Defensa.-
Esa reacción fue advertida por los organizadores que esbozaron una sonrisa de autosuficiencia ante aquella concurrencia que al principio se mostraba incrédula ante ellos.-
Olga, con la sensación de haber trepado a un lugar de respeto de ahora en adelante dijo sin leer:
-Incluso estamos en condiciones de informar antes que la prensa, que la Policlínica sería bautizada con el nombre del agente de la CIA asesinado por la guerrilla en los setenta, Dan Mitrione.-
Al “topo” que ya había ingresado al local, casi se le cae el cigarro de la boca; que los milicos pusieran una policlínica vaya y pase, pero que el gobierno popular respaldara la nomenclatura de esa obra con ese nombre, no entraba en el pensamiento mas estrafalario que se le pudiera ocurrir.-
Varias cabezas se movían en silencio negando lo escuchado y sin salir de su asombro.-
El “aire” de la reunión se espesó mas cuando la segunda parte del informe la desarrolló Mauro, contando su experiencia con los dos extraños personajes que viera en la terminal.-
“El Gato” Iriarte no bancó mas ese mar dudas sembrado en menos de diez minutos y mandó urgente al botija mayor a buscar a Clotilde y a Oscar para que vinieran a la asamblea y confirmaran o desmintieran aquella sorprendente información.-
No podía dar crédito a lo que escuchaba y menos viniendo de aquel grupo de gente que habían demostrado una brutal incapacidad para permanecer o al menos administrar los proyectos sociales en los que se habían embarcado.-
La administración del Salón Comunal, una radio comunitaria, un merendero, todo había sido abandonado, dejando de participar en el medio del proyecto o habían establecido criterios tan rigurosos de participación que excluían mas que lo que organizaban.-
Sin embargo, todos eran estudiantes de nivel universitario y con ellos se habían juntado viejos dirigentes barriales y políticos, por lo que tal vez ésta fuera la cierta.-
Habían demostrado gran capacidad de movilización, al punto de lograr aparecer n los grandes medios de comunicación y desarrollar la propaganda en contra de la Base en varios puntos de la capital.-
-¡vecinos, vecinas!- tomó la palabra Darío, joven recién llegado al barrio que impresionaba por su vestimenta totalmente negra, a la que acompañaba con su aspecto, teniendo sus cejas de un negro azabache-¡ tenemos que impedir por todos los medios la instalación de una Base Militar, y hablar claramente, llamarle Base militar a lo que se quiere disfrazar de policlínica, ya que si no lo hacemos pronto, veremos aterrizar los aviones de combate que hoy están matando mujeres y niños en Irak, por soldados yanquees emborrachándose en nuestras cantinas.!-
“El pocho”, fue el único que aplaudió ese encendido discurso ya que era uno de los cantineros del barrio.-
Darío hizo una pausa y ante la mirada de éste a sus compañeros, los organizadores, estallaron en un cerrado aplauso al grito de: “¡fuera los gringos!”.
“El nico” llegó sudando en la bicicleta informando a su padre que ni Clotilde ni Oscar estaban en las casas; Gadea, respetado y antiguo vecino de la zona, planteó que sería bueno antes de tomar decisión alguna esperar a contar con la presencia de la Alcalde al menos para contar con el apoyo comunal y del diputado Amarante para confirmar aquellas versiones, ya que el integraba la Comisión de Defensa del Parlamento.-
-por otro lado- siguió su argumentación parado en el medio del salón- esta asamblea es muy poco representativa de un barrio donde viven mas de nueve mil personas.-
Toda la afabilidad demostrada hasta ese momento por los organizadores se disolvió como humo y empezando por Mauro y casi a coro, estos arrojaron sobre Gadea toda una andanada de reproches y acusaciones que a grito destemplado, no le permitía rebatir aquellos argumentos.-
Así los pobladores de ese barrio hermoso de la primer parte del informe dado por Olga, se habían transformado en pocos minutos en una manga de ignorantes que si no asistían a las asambleas era por miedo o conveniencia, y mas vale ni repetir los epítetos lanzados contra los representantes oficiales del barrio, Clotilde y Oscar.-
Sin llegar a las manos, las veinte almas que allí estaban se lanzaban duras acusaciones mientras iban ganando la puerta para culminar con una asamblea que ya nada tenia de sus características.-
En ese temporal de discusiones apareció en el umbral de la puerta la directora Nívea, pero era tal el estado de exaltación que nadie reparó en su presencia y literalmente la pasaron por encima.-
Una muchacha morocha que se había acercado a último momento y que había atrapado por un instante la atención de Darío, se retiró bastante molesta ante aquel bochorno.-
Al desolado local llegaba Nívea la Directora de la escuela y por mas que lo intentó no pudo obtener respuesta de que había pasado en la asamblea por parte de aquel vendaval de almas que se alejaban presurosamente entre mutuos reproches, por lo que se retiró con las mismas dudas que había traido-
La última en retomar el camino por la calle Rubén Diario era Doña Esther que a sus casi ochenta años seguía arrastrando sus pies para asistir a cuanto evento social se le presentara; hacia tiempo que vivía en su casa de la calle Víctor Hugo, bien cerca de las obras que estaban realizando los militares, y desde que escuchó que un avión militar aterrizaría allí a escasos metros de su vivienda, la palabra aterrizaje se le instaló como una idea fija en su cabeza.-
En realidad fue lo único que escucho de todo lo que ahí se dijo pero el muchacho lo había dicho con tanta seguridad que para ella no quedaron dudas.-
El nieto la miró sorprendido cuando ella le preguntó:
- ¿che Nachito, un avión de guerra es muy grande?-
- Y abue, según las películas si, hasta traen tanques de guerra adentro.-
- ¿pero grandes como aquellos helicoteros de la marina?
- ¡Noooo...esos son mosquitos al lado de los que te digo!
- ¡ay virgen santísima!
- ¿Por qué abue?
- Por nada mijo siga jugando nomas.-
Esther cayó desplomada en el sobreviviente sillón de mimbre debajo del porche; treinta años de su vida, la vivienda compartida con su hija y nietos, todo se venía abajo.-
Ella recordaba el ensordecedor ruido del motor del helicóptero de la Marina, el fuerte olor que ella asociaba con el querosene, el vibrar del techo cuando sobrevolaba encima de la casa y lo comparaba con aquello mucho mas grande que la había contado el nieto, entonces se lo imaginaba allí mismo, la vieja fisura de la pared terminando de abrirse ante aquel infierno mecánico, la casa desplomándose como si estuviera construida con naipes; era el entierro de la paz en ese barrio casi aldea.-
Su manso caminar era contrarrestado por una verborragica charla en el ómnibus cuando iba en general a buscar medicamentos o a cobrar la pensión, que entablaba con el primer ser humano que se le cruzara por lo que en menos de una semana, el terror a que las casas se rajaran producto del aterrizaje del avión militar, fue como una epidemia de fiebre amarilla, haciendo estragos en la población mas anciana.-
La quinielera estuvo a punto de poner la casa a la venta y ya tenía el cartel pintado cuando uno de sus hijos la convenció de que esperara un poco hasta conformar el rumor.-
El rumor del esperado aterrizaje y la posibilidad de daños en las estructuras de las viviendas ocasiono un importante pero fugaz movimiento de especulativos negocios inmobiliarios que se diluyo a medida que el “esperado aterrizaje” se prolongaba en el tiempo.-
Muchos vecinos incluso, miraban con ojos de furia a los obreros de aquella obra en campo militar, que ajenos a los comentarios no comprendían el por que de aquellas miradas.-
Zulma incluso fue una de las tantas personas avasalladas por Doña Esther; justamente en la calle Pensamiento fue que Zulma intento aclarar aquellas cavilaciones.-
- Así mija querida- decía Esther con total autosuficiencia- no pasa de febrero que aterriza el primer avión y para entonces espero tener la casa vendida.-
- Pero Esther tranquilícese un poco, si todavía la obra no la terminaron, mire el Palacio de Justicia, hace mas de cuarenta años que lo están por terminar...
- ¡ah que viva!, pero lo hacen los de acá, estos son americanos Zulma, y los americanos hacen las cosas rápido.-
- Bueno pero véalo por el lado positivo, quién le diga que la Nancy se termine volviendo a casar con un oficial americano…
- ¡ay dios quisiera!-. pero primero nos compra una casa lejos de la Base.

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